Mientras las noticias vinculadas con los pandas -por insignificantes que sean- se viralizan en todas las redes sociales, China impulsa una nueva ronda de cooperación internacional para mejorar sus condiciones de conservación y aumentar, aún más, el número de 728 ejemplares que hoy viven en cautiverio en el mundo y los aproximadamente 1.900 que lo hacen en estado salvaje en las regiones montañosas del país asiático.
En los últimos 30 años, China firmó acuerdos de cooperación con 26 instituciones de 20 países, en una iniciativa que permitió el nacimiento de 68 ejemplares en el extranjero, un logro que no pasa desapercibido teniendo en cuenta que los pandas gigantes recién dejaron de ser una especie en peligro de extinción en el año 2016.
Respecto a esta suerte de globalización panda, es preciso explicar una cláusula quizás desconocida: nazcan donde nazcan, todos los ejemplares tienen nacionalidad china, son patrimonio exclusivo del pueblo chino y siempre deben volver (o ser llevados, en caso de los nacidos en el exterior) a la tierra que los venera como uno de sus máximos tesoros nacionales. Se trata de un vínculo de propiedad que define la incidencia de China en el proceso de nacimiento, crianza y desarrollo de todos los pandas gigantes del planeta.
“Más de 50 pandas nacidos en el extranjero regresaron a China en los últimos años. Entre todos los ejemplares en cautiverio que hay por el mundo, la cría de aquellos que participaron en la cooperación de intercambio internacional representan casi el 25 por ciento, una contribución significativa para la población cautiva”, explica Li Desheng, científico del Centro de Conservación e Investigación de China para el Panda Gigante de Chengdu.
En efecto, los acuerdos de cooperación de China con diferentes organismos internacionales habrían sido cruciales a la hora de garantizar la sobrevivencia de la especie, según distintos ejemplos que citó Li, en declaraciones difundidas por el Diario del Pueblo: junto al Zoológico Nacional de Washington DC se lograron avances en investigaciones vinculadas con la genética, la ecología, y la recolección y preservación de semen; con el Zoológico de San Diego se realizaron descubrimientos sobre comportamiento animal, desarrollo de la leche artificial y prevención de enfermedades; y con la reserva silvestre Wakayama Adventure World, de Japón, se desarrollaron distintos programas en materia de alimentación y cría de cachorros.
En términos cuantitativos, estos avances se expresaron en un incremento de la población en cautiverio de menos de 100 ejemplares a principios de la década del ’80 hasta los 728 de la actualidad, una expansión que resultó clave para el posterior desarrollo de las poblaciones salvajes, que pasaron de alrededor de 1.100 pandas a casi 1.900 durante el mismo período, según los informes de la Administración Nacional Forestal y de Pastizales (ANFP).
En este contexto, otras medidas que la ANFP suele destacar son las impulsadas desde los Centro de Conservación e Investigación del Panda Gigante, los organismos que, por un lado, se encargan de rescatar a los animales enfermos o heridos en su vida salvaje, y por el otro, intentan insertar en la naturaleza a los ejemplares nacidos en cautiverio. Al respecto, es preciso aclarar que aquellos que no son capaces de adaptarse a su hábitat natural siguen bajo los cuidados de estas instituciones, tal como ocurre hoy con un ejemplar de 32 años y otros diez que también son considerados pandas ancianos, según el último reporte.
Si bien China estableció 67 reservas naturales desde la década del ’60, que facilitaron no pocos avances en las tareas de conservación, el investigador del Departamento de Protección Animal de Pandas Gigantes de Chengdu, Liu Yuliang, advierte que “todavía hay muchos problemas técnicos claves que deben abordarse en la prevención y el tratamiento de la enfermedad del panda, la protección de los hábitats silvestres y la construcción de parques nacionales”.
Por su parte, el profesor de la Escuela de Medio Ambiente de la Universidad de Tsinghua (la más prestigiosa de China), Liu Xuehua, reconoce que la cooperación internacional ha desempeñado un “papel crucial en las primeras etapas de la conservación de la vida silvestre en China, cuando los fondos eran muy escasos”.
En la actualidad la situación es otra. El Parque Nacional del Panda Gigante, inaugurado en 2021, tiene una superficie de 22 mil kilómetros cuadrados (mayor a la de países como El Salvador o Eslovenia) y cubre el 70 por ciento de los hábitats de los pandas salvajes que atraviesan las provincias de Sichuan, Shaanxi y Gansu. Tiene un corredor ecológico que conecta a 13 poblaciones locales y permite que los ejemplares puedan trasladarse con libertad, lo que aumenta la diversidad genética y reduce el riesgo de consanguinidad entre poblaciones aisladas.
Desde la cuna
La provincia de Sichuan es considerada la “Capital del Oso Panda”, ya que allí vive el 30 por ciento de la población de todo el planeta. La región tiene diferentes santuarios -ubicados en 7 reservas naturales y 9 parques nacionales- que en 2006 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Sichuan cuenta con más de 7.800 puntos de monitoreo con cámaras infrarrojas, durante las 24 horas, lo que ha permitido recopilar más de 7,3 millones de datos sobre el comportamiento de estos animales, según precisó la Oficina Forestal y de Pastizales de la provincia.
El nivel de detalle de la información reunida es tal que permitió registrar “32 casos de actividad de pandas gigantes en áreas claves de restauración del corredor ecológico, como las montañas Tuowu, Niba y Erlang, donde el número de ejemplares aumentó en 50 y la tasa anual de encuentros con pandas salvajes pasó de 178 a 185”, según reconoce el subdirector de la Oficina Forestal y de Pastizales de Sichuan, Hen Zongqian.
Los panda gigantes que viven en la zona suelen alcanzar un peso de 180 kilos, su altura oscila entre 1,70 y 1,90 metros y su expectativa de vida en cautiverio alcanza los 30 años aproximadamente. Si bien son carnívoros por naturaleza, por lo general mantienen hábitos herbívoros y consumen por día unos 50 kilos de bambú, su alimento preferido. Suelen dedicar unas 13 horas a la comida y el resto del día duermen.
Diplomacia panda
Durante del viaje del presidente estadounidense Richard Nixon a China, en 1972, su esposa Pat Nixon comentó al primer ministro chino Zhou Enlai lo “tiernos” que eran los pandas que había visto en el Zoológico de Pekín. A los pocos meses, una pareja de ejemplares era enviada a Washington como “un regalo del Pueblo de la República Popular China al pueblo de EE.UU.”, en una iniciativa conocida como la “diplomacia panda” del país asiático, usada para expresar sus lazos de “amistad y cooperación” con otras naciones.
Una década después de aquel gesto político, China decidió cambiar las reglas de su juego y en lugar de regalar pandas gigantes inició una suerte de préstamo rentado, con contratos de cesión de parejas por diez años a cambio de una determinada suma de dinero, cuyo monto jamás se confirmó en forma oficial pero que medios occidentales han calculado alrededor del millón de dólares anuales. Estos acuerdos contemplan, como ya se dijo, que los ejemplares son propiedad exclusiva de China, al igual que las eventuales crías que pudieran tener durante su estadía en el extranjero.
Pasaron los años y los pandas gigantes hoy se muestran como prenda de amistad en contextos geopolíticos que no siempre parecen avanzar en la misma dirección. “Sobre la base de la sólida ayuda en el pasado, la nueva ronda de cooperación internacional entre China y Estados Unidos tendrá importantes resultados”, sostuvo hace días Mao Ning, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores del país asiático, al ser consultada sobre los ejemplares que regresaron a territorio chino desde Atlanta y los que fueron enviados desde Sichuan a Washington.
“Esta colaboración bilateral generará una amistad más fuerte entre ambos pueblos”, concluyó Mao, en natural sintonía con la nueva ronda de cooperación internacional que impulsa el gobierno chino.
Los casi 14 millones de estadounidenses que se conectaron a las cámaras del Zoológico Nacional de Washington DC, para observar la cría de un cachorro durante sus primeros meses de vida, parecen avanzar en ese sentido.